El laberinto
Nunca lo supo con certeza, sin poder salir llevaba años vagando por callejas estrechas de paredes altas, de paredes lisas y suelos vacíos. Por las noches se abrigaba de recuerdos, un puñado de días sin sol, siete noches sin luna... ya no soñaba.
Un día cansado de repetir la senda de sus pasos se desplomó abatido, «no, no sigo».
Esa noche, casualidad o destino, portador de sueños, asesino de hojas, amigo del viento, llegó el otoño. Por hojas muertas cambió recuerdos para marcar con ellas su camino.
Pasó soles y lunas, y días y noches dibujando hoja a hoja el mapa de su huída. Cuando creyó conseguirlo pareció detenerse el tiempo, maldita luna, los vientos de octubre sepultaron las hojas, y es que hay instantes que parecen eternos y sueños que nunca se cumplen, estaba escrito.